Si algo hay que reconocer a Sony en esta nueva generación de consolas es su apuesta y apoyo al sector indie de los videojuegos. Gracias a ello he podido disfrutar del juego de terror Outlast (Red Barrels Games, 2014), que se estrenó en PC hace unos meses y ahora llega a Playstation 4 para aterrorizar a todos los jugones.
Nos metemos bajo la piel de Miles Upshur, un periodista independiente que acude al hospital psiquiátrico de Mount Massive tras un aviso anónimo que denuncia prácticas sospechosas en las instalaciones. En nuestro afán por esclarecer los hechos nos colaremos en el tenebroso edificio, lo que será el principio de una de las más terribles pesadillas que podamos vivir. Después de unos minutos y ver unos cuantos cuerpos mutilados desearemos salir de tan espeluznante lugar como sea. Así comienzan nuestro viaje por un mundo de oscuridad, sangre y gritos. La historia a priori puede resultarnos familiar pero poco a poco viviremos situaciones y sufriremos sensaciones que hacen que la trama avance hasta llegar a un final inesperado. El grado de inmersión es total al tratarse de un juego en primera persona y porque en ningún momento abandonaremos esta perspectiva. La presencia de distintos y escalofriantes personajes secundarios ayudan, no solo al desarrollo de la trama sino también al aumento de nuestras pulsaciones por minuto.
Antes de todo recomiendo jugar a Outlast a oscuras, a ser posible con unos cascos y en uno de los dos niveles de dificultad máxima que hay. Por supuesto estamos ante un survival horror y como tal, la tensión, sustos y miedo está presente durante todo el título. No tenemos ningún tipo de arma ni objeto con el que poder persuadir o hacer frente a toda clase de lunáticos enfermizos, solo contamos con una cámara de vídeo con la que grabar lo que ocurre, así como su útil visión infrarroja para poder movernos entre la omnipresente oscuridad. Tendremos que avanzar con cuidado, asomarnos en cada esquina, escondiéndonos en taquillas, bajo camas o en cualquier rincón para evitar ser descuartizados por los amables pacientes del centro. También tendremos que salir corriendo en más de una ocasión y podemos mirar hacia atrás para ver a nuestros enemigos. Su mecánica jugable es sencilla pero eficaz. Algo que a lo mejor a algunos les resulte repetitivo, pero no es mi caso. Si conseguimos sobrevivir a algún ataque deberemos ocultarnos y esperar a recuperar vida, no hay sistema de botiquines, lo que hubiese estado mucho mejor aunque la verdad que con dos golpes ya estamos muertos y dependiendo del psicópata con uno solo le basta. Para complicar las situaciones y ponernos más tensos, la visión nocturna de nuestra cámara no dura siempre ya que funciona con unas pilas que se consumen muy rápido. En dificultad difícil solo podemos llevar dos pilas con las que recargar la cámara, saber administrarlas es muy importante, además de no dejar nunca de buscar por todos lados nuevos recambios. Ese toque de exploración se extiende en la búsqueda de documentos con informes, mails y notas que nos adentran más aún en la historia, en todo lo que ha sucedido y sucede en el manicomio. Además cuando grabamos ciertos elementos, escenarios y personajes con la videocámara nuestro periodista realizará anotaciones que nos sumergen es sus opiniones y estados emocionales de cada momento. Conseguir todos estos documentos y anotaciones es bastante complicado teniendo en cuenta la tensión a la que estamos sometidos.
Outlast luce realmente bien con unos gráficos sólidos y notables para ser un título indie. Todo se ve muy definido y las texturas en su mayoría son buenas. La sensación en todo momento es muy fluida. También cuenta con buenos efectos como el agua y el fuego que cumplen a la perfección con su cometido. Pero por su puesto es la iluminación donde reside parte del potencial del título. Sus puntos de ubicación nos dibujan entornos y crean sombras que ponen los pelos de punta. El diseño grotesco y violento de personajes es bueno aunque no cuenta tampoco con mucho detalle. En cambió el diseño artístico de los niveles es sobresaliente con distintas localizaciones, a cada cuál mas enfermiza y aterradora. Largos pasillos a oscuras, celdas con barrotes oxidados, exteriores que solo se iluminan con relámpagos, sótanos abandonados, baños ensangrentados y así multitud de macabros lugares. Me ha gustado mucho el detalle al utilizar la videocámara o no. Cuando la usamos vemos la típica interfaz de las mismas con el tiempo de grabación que llevamos, la señal de rec, la barra de zoom y por supuesto la calidad de imagen con un tono menos realista y con algo de grano. A parte del conseguido efecto de visión nocturna que yo creo que acojona más si cabe. Sin embargo en determinados puntos veremos unos puntos de carga que nos pueden cortar el ritmo de juego. No son demasiados pero si que se podían a ver disimulado de alguna forma en vez de saltarnos de golpe. También algunos dientes de sierra están presentes en alguna sombra.
Para mi lo más importante es el sublime apartado sonoro con el que cuenta el título. El culpable de mantener la tensión viva en todo momento. Los gritos, llantos, sonidos raros que oímos mientras caminamos con cuidado provocaran que miremos a nuestra espalda más de una vez. La respiración nerviosa de nuestro protagonista se nos meterá en la cabeza poniendo al límite nuestros nervios. El sonido de las puertas y suelos de madera viejos que crujen a nuestro paso, los truenos del exterior, los alaridos inesperados de algún loco y los susurros de algo que no vemos son la tónica habitual de esta pesadilla que junto a la tenebrosa música ambiental y la violenta música al ser detectados redondean este viaje a la locura. Las voces de los personajes mantienen dicho nivel con la sutileza necesaria para crear misterio, eso sí no están dobladas pero si subtituladas a nuestro idioma.
Hacia muchos años que un juego no me provocaba tanta tensión, pero a la vez disfrutaba con cada momento de su narración. La sensación que transmite es única la primera vez que juegas y el enfrentarte a lo desconocido te hará saltar más de una vez. Outlast sin ser un juego perfecto sabe sacar partido de sus puntos fuertes para crear una atmósfera irrepetible y única, un viaje al miedo no apto para todos.