Yacía olvidada y llena de polvo en la estantería de una tienda de segunda mano. Una caja blanca, de cartón. Simple en diseño, con imágenes de jugadores adolescentes en su portada. Especificaciones técnicas en la contraportada. Nada raro. Sin embargo, en su interior aguardaba una de las consolas más raras dentro del vasto mercado de imitación: la WiWi, la burda imitación de la Wii.
La WiWi: escuchad este nombre y temblad, jugones de bajo presupuesto.
Se trata de una consola de 16 bits de chip único que integra 87 flamantes juegos. Disfrutarás de un novedoso y envolvente sonido mono en tu salón. Tan solo se te pedirá que levantes tus posaderas para resetear cada vez que termines un juego o te maten. Las posibilidades de juego son ilimitadas: 198 juegos a tu disposición en un único cartucho (no nos responsabilizamos si la mayoría de ellos son copias). Periféricos a tutiplén para tus mandos de última generación con reconocimiento de movimiento. Disparos, dardos, ping pong, tanques y un sinfín de juegos clásicos. Una de las consolas más silenciosas y compactas del mercado. ¿A qué esperas para jugar a la prima retrasada de la Wii?
Ahora pasamos a analizar en detalle semejante aberración.
La consola
La consola tiene un tamaño similar a un libro pequeño. El plástico que protege el chip presenta un acabado en blanco con detalles azules. Vemos unas bombillas de varios colores en el lateral derecho. Son para saber que está enchufada, ya que no hace ruido ni incluye luz de encendido frontal. Prepárate para mirarle el lomo a esta bestia parda. ¿Está enchufada? Mal asunto, vas a sufrir. Seguimos.
Detalle azul en la parte superior izquierda. Arriba, en la parte central, entrada para cartuchos (de serie viene uno). A ambos lados del logotipo WiWi, botón de encendido a la izquierda y de reset a la derecha. Sensor de movimiento en la parte frontal recubierto por plástico azul. Por último, en la parte trasera presenta entrada de audio mono, vídeo y corriente.
Los mandos
Como podéis ver en las fotos, incluye de serie dos controladores que simulan los de la Wii: botones A, AA, B y BB, una cruceta de cuatro direcciones, botones select y start y sensor de movimiento (o al menos se intenta). El mando viene acompañado de una banda ajustable para que no se caiga (originalidad al poder) y un añadido abracadabrante con respecto al mando original de Wii: una pieza donde encajar diferentes trozos de plástico rancio que simulan raquetas de tenis, palos de golf, sin olvidar unos imprescindibles guantes de boxeo. Todo ello en aras de sumergir al jugador en una experiencia inolvidable y personalizada. Sin embargo, la lista de componentes inútiles prosigue. En primer lugar podemos nombrar los cuatro leds rojos presentes en la parte inferior, que intentan simular los marcadores de jugador de un mando original de Wii. A la hora de la verdad, al enchufar el mando tendremos cuatro bombillas parpadeando a la vez sin cesar, sin importar el número de jugadores (máximo dos). También dispone de un interruptor de finalidad abstrusa (no sabemos lo que hace). Por último, queremos ofrecer el galardón al componente inútil al altavoz falso que nos hizo pensar durante unos breves instantes que el mando dispondría de sonido.
El sensor de movimiento proporciona una experiencia medianamente satisfactoria. Nos esperábamos un control horripilante, pero en algunos juegos como en el de tenis este modo de juego se ha implementado correctamente. La consola dispone de un sensor frontal para captar los movimientos del mando. Sin embargo, al contrario que el mando de Wii, éste no reconoce intensidad ni dirección, tan solo movimiento. Puedes agitarlo como una maraca y ganar igualmente. Eso sí, que nada se interponga entre el sensor de la consola y tu mando WiWi. Tampoco te alejes mucho, la señal no da mucho de sí.
Catálogo de juegos
El cartucho de 60 pines en el que se encuentran los 198 prometidos juegos está manufacturado con el plástico sobrante de un pedido malogrado de muñecas feas. Grata sorpresa al descubrir que, de los 198 juegos prometidos, tan solo disponemos de una veintena. A partir de ahí, nos espera una lista de los mismos juegos bajo diferentes nombres. Disfrutaremos, pues, de épicas sagas como la de Tank con sus variadas entregas: Tank I, Tank II, Tank III y Super Tank. Los gráficos no superan los 16 bits. Muchos juegos presentan bugs, fallos de programación y 8 bits escasos. Las animaciones son de lo peorcito que mis retinas hayan podido ver sin implosionar. La resolución es digna del pleistoceno. La música y los efectos de sonido se reducen a la mínima expresión y se reciclan sin ningún pudor. Cinco canciones a medias dan para 198 juegos. Nobuo Uematsu está llorando, señores.
Análisis de sus juegos
Un sentimiento indescriptible recorre tu espinazo cada vez que enciendes la consola. Coges el mando y te sientes sucio, como si tus manos fueran a corromperse. Con los juegos comienzas a convulsionar. Cada uno de ellos se encuentra envuelto de un aura tenebrosa de baratez y cutrez extremas.
El juego de tenis, el más decente de todos, incorpora con éxito el control de movimiento. Puedes elegir entre dos jugadores, uno con camiseta amarilla y otro con camiseta roja. También puedes elegir entre dos pistas, una azul y otra roja. Lo mejor, la jugabilidad, que puede describirse como endiablada, aún en nivel fácil. El oponente controlado por la diabólica CPU de este cacharro no presenta signos de cansancio. Su tasa de error es de 0,001% con las tibias rotas. Pocas veces falla una bola. Prepárate para sesiones interminables de mandos maraca, sudor y lágrimas corriendo por tus mejillas.
El juego de boxeo nos lleva a luchar únicamente contra un hombre negro llamado Taysen, al que derrotamos tras tirar tres veces al suelo. Agita las maracas rápido.
Gana. Contemplarás una imagen que, por su nivel gráfico y artístico, compensará con creces cualquier esfuerzo:
El juego de béisbol nos introduce en la épica contienda entre equipo azul y rojo. Con saber el momento justo en el que golpear la bola, podrás ganar sin problema. En este juego, la mitad de tus lanzamientos serán home runs directos. Disfruta de los efectos de sonido (un público coreando en un bucle infinito y un sonido enlatado de pasos cuando tus jugadores se desplazan por las bases).
El juego de pesca sacia el deseo más íntimo de todo niño: pescar plácidamente durante una madrugada de verano, con una caña en una mano y una lata de cerveza en la otra. Esta maravilla de la programación consiste en ir cazando peces para ver cuántos kilos puedes pescar en un tiempo límite. Diversión asegurada.
Contemplad este semblante de adolescente malote. ¡Se debe sin duda al orgullo de haber pescado un atún de nueve kilos! No os perdáis esta versión casposa del Rapala’s Fishing Frenzy (Activision, 2008)
El laberinto nos hace elaborar sesudos planes y preparar con antelación cada movimiento, pues disponemos de un tiempo límite. La historia es impactante y la jugabilidad única en su género. ¿Os lo estábais creyendo? Sólo atravesaremos laberintos simplistas en un bucle sin fin.
La consola está plagada de juegos de conducción modificados. Partimos de un juego base con motos, pero cambiamos el vehículo. Podemos pilotar barcos, coches de fórmula 1, esquíes, tablas de surf… El despiporre, vamos. Y con seis marchas y todo, no se vaya usted a pensar que el juego es simple. Incluso hay sonidos de dolor y una animación curradísima cuando nos golpeamos (dos sprites). Sin olvidarnos de los derechos reservados, por supuesto. El juego es suyo. Atrévete a copiárselo y te enfrentarás a una seria demanda por clonar lo ya clonado.
El juego de golf cumple con su cometido, ni más ni menos. Se puede controlar, con más pena que gloria, mediante sacudidas del mando. Podemos elegir la dirección del golpe, en incluso el palo. Decente. Súmale diversión con el plastiquete de turno y a gozar.
El juego de bolos aguanta bien el tipo. Nos ofrece ángulo de tiro y fuerza. También, aunque no os lo creáis, jugones, una repetición de la tirada a todo color. Jamás verás una animación de bolos cayendo más fluida.
No podemos dejar de mencionar los clones de juegos de naves. Presentan una dificultad extrema, que roza el género bullet hell, pero una jugabilidad amena. Incluso podemos emplear ataques especiales gracias a potenciadores que obtengamos de las naves enemigas eliminadas o de nuestra propia muerte.
Quedan otros juegos en el tintero, como pueden ser los dardos, el ping pong, el lanzamiento de aros (incontrolable) o la caza en caballo. Destacaremos el último, ya que los efectos de sonido se reducen a tres: jabalí, pavo y disparo. Nos hace mucha gracia que los sonidos del pavo y del jabalí hayan sido creados por un humano. También nos divierte pensar en el susodicho creador de sonidos en el estudio de grabación, en plena crisis de identidad. “¿Cómo llegué a esto?”, debe preguntarse.
Por último, decir que el modo multijugador deja mucho que desear. Los juegos que disponen de este modo (los clones de carreras, sobre todo) son pésimos. La jugabilidad varía mucho según el juego, pero pensamos que al único juego al que se puede jugar sin sufrir arcadas es al juego de los bolos. Aunque pronto deseas apagar la consola y jugar a algo que merezca la pena.
Conclusiones (run, you fools!)
Seguiríamos analizando esta consola clónica, pero estos gráficos nos han provocado migraña, los mandos nos han luxado las muñecas y tenemos que darle a reset por centésima vez.
Por tanto, jugones, si la veis en una estantería, dejadla ahí y corred como Sonic que lleva el diablo en dirección contraria. Alguien la dejó ahí previamente con buen tino. A no ser que sea para un niño, en cuyo caso no sería una mala adquisición. Ellos podrían disfrutar durante un tiempo de esta bestia blanquiazul.
¡Un saludo y cuidado con los clones!